La defensa de los consumidores durante el franquismo: una
historia que aún se desconoce
Cuando hoy hablamos de derechos del consumidor —garantías,
información transparente, desistimiento, precios claros o reclamaciones—
tendemos a darlos por sentados. Sin embargo, estos derechos son muy
recientes en la historia de España. Durante la dictadura franquista
(1939–1975), la figura del consumidor no existía jurídicamente y la
protección del ciudadano frente a abusos comerciales era prácticamente
inexistente.
Una economía pensada para controlar, no para proteger
Tras la Guerra Civil, España vivió casi dos décadas de autarquía,
un sistema económico cerrado donde el Estado intervenía prácticamente todo:
precios, producción, distribución y suministro de los bienes básicos. El
objetivo del régimen no era garantizar derechos, sino evitar el
desabastecimiento y mantener el control político y económico.
En este contexto:
- Los
productos estaban racionados mediante cartillas.
- La
calidad era muy desigual.
- El
mercado negro (“estraperlo”) era muchas veces la única vía para conseguir
ciertos bienes.
- El
consumidor no era un sujeto con derechos, sino un receptor pasivo
de lo que el Estado decidía.
No existían garantías, ni mecanismos de reclamación, ni
información clara. Mucho menos protección frente a publicidad engañosa o
productos defectuosos.
Intervencionismo sin derechos (1950–1970)
Incluso cuando la autarquía comenzó a relajarse, el modelo
seguía siendo paternalista: el Estado fijaba precios, controlaba la
distribución, regulaba pesajes y supervisaba la calidad… pero no desde la
perspectiva del consumidor, sino desde el interés del propio Estado y la
industria.
Además:
- Las asociaciones
de consumidores estaban prohibidas.
- No
existía un marco jurídico que reconociera al consumidor como parte
vulnerable.
- Las
reclamaciones, cuando existían, dependían de organismos administrativos
sin neutralidad.
El consumidor seguía en una posición completamente
subordinada.
Aperturismo y la tímida modernización de los años 60
El llamado “desarrollismo” de los años 60 impulsó el consumo
privado: electrodomésticos, automóviles, muebles… La sociedad empezaba a
parecerse a la europea, pero los derechos seguían sin llegar.
Aparecieron las primeras normas técnicas y controles más
serios en etiquetado y medidas, pero seguían teniendo un enfoque industrial,
no ciudadano.
Solo en los últimos años del franquismo empieza a hablarse
tímidamente de “información al consumidor”, aunque siempre con una orientación
paternalista y sin ninguna garantía real.
España democrática: nacimiento de los derechos del
consumidor
La protección moderna al consumidor llega después de 1978,
con:
- La Constitución,
que en su artículo 51 ordena a los poderes públicos garantizar la defensa
de consumidores y usuarios.
- La primera
Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios (1984).
- El
nacimiento de asociaciones libres.
- Los
sistemas públicos de arbitraje, reclamación y control.
- Garantías
obligatorias, información transparente, etiquetado, seguridad de
productos, etc.
En pocas décadas, España pasó de no reconocer al consumidor
como sujeto de derechos a tener uno de los marcos más avanzados de la UE.
¿Por qué es importante recordar esta historia?
Porque la defensa del consumidor no es algo automático ni
eterno:
Es el resultado de una conquista democrática.
Comprender que durante el franquismo no existían garantías
ni derechos permite valorar mejor las herramientas de protección que hoy
consideramos normales. También ayuda a reforzar la idea de que una ciudadanía
informada y organizada —como la que promueve ACUSVAL— es clave para evitar
abusos y exigir transparencia en los mercados.